miércoles, 23 de junio de 2010

¿Revolución en la revolución?


martes 22 de junio de 2010


Edwin Sambrano Vidal (especial para ARGENPRESS.info)


De nuevo nos toca apelar a este concepto. Hay una intención revolucionaria en el pueblo venezolano. Es una búsqueda de caminos de solución de problemas. Problemas que parecen insolubles y al mismo tiempo insoportables. Cómo acabarlos y abrir puertas para nuevos desafíos que traigan y exijan nuevos desarrollos. Parece que el tiempo se detuviera y que estuviéramos empantanados en un mismo sitio. Los avances son imperceptibles.

Hace casi seis años, cuando la victoria del presidente Hugo Chávez en el referéndum revocatorio del 2004, en un programa en Radio Nacional de Venezuela manifestamos la necesidad urgente de hacer una revolución dentro de la revolución, para atacar los vicios, deformaciones, debilidades y fallas. Cambiar lo que hubiese que cambiar y acelerar el avance de la revolución. Comprendemos la complejidad de un cambio revolucionario; no es poca cosa. Es un proceso de transformaciones en el cual no sólo existen obstáculos objetivos, es decir, fuera de nosotros, sino obstáculos subjetivos, es decir, dentro de nuestro propio seno.

El burócrata indeseable

Una lucha contra los vicios de nuestros compañeros, de los funcionarios públicos que ocupan cargos para recibir un sueldo, sentirse poderosos y practicar el tráfico de influencias o hacer negocios. El objetivo para estos personajes no es servir, alcanzar logros colectivos o dar solución a problemas sociales. El fin de estos mercenarios no es hacer justicia, alcanzar el bienestar social, lograr la felicidad y el desarrollo personal de nuestro pueblo, sino obtener beneficios particulares o colocarse en el puesto de los explotadores y opresores. La finalidad de estos hijos de mala madre es acomodarse, hacerse ricos, sentirse poderosos para superar sus complejos y resentimientos. La revolución no es para ellos una solución a los graves y angustiantes problemas colectivos, sino un instrumento para satisfacer sus ambiciones, sus envidias, sus odios… y están dispuestos a llevarse por delante a quien sea. Aspiran a todos los cargos sin tener la más mínima preparación. Lo importante es tener el cargo al alcance; congraciarse con los que puedan tener la posibilidad de colocarlos en el cargo. Son adulantes del poderoso, sumisos ante el jefe o gobernante, se arrastran para demostrar una fidelidad perruna que los haga merecer la confianza del mandamás y una vez colocados en el sitial no se cansarán de obtener beneficios personales y familiares. Siempre estarán de primeros recibiendo los beneficios. No ejercen la crítica y la autocrítica, sino la maledicencia contra los que no forman parte de sus pandillas y la condescendencia con sus secuaces. Cuestionan a los jefes que exigen eficacia en el desempeño de las labores y, son capaces de urdir infames maniobras para que caigan los jefes íntegros y conscientes para colocarse en el puesto o apoyar a otros que sean fáciles ante la lisonja y el chisme. Habría que hacer una clasificación de esta fauna de burócratas indeseables para identificarlos y combatirlos, ya que por ellos puede destruirse el esfuerzo revolucionario.

El servidor público

La conducta descrita anteriormente contrasta con el auténtico servidor público, con el revolucionario verdadero. Estos buscan alcanzar la satisfacción de las necesidades colectivas y cumplen sus tareas con disposición y ánimo. Se alegran cuando logran solucionarle un problema a la colectividad. Participan de los beneficios cuando los mismos son para todos y esperan el turno que les corresponda de acuerdo con los criterios de las prioridades y los requisitos necesarios. Actúan conforme a las reglas y cuando éstas son inadecuadas apelan al sentido de justicia y de equidad. Combaten con valor las conductas egoístas, la mentira y la maldad. Despliegan la crítica frente a las conductas equivocadas y son severos con sus propias debilidades esforzándose por desempeñarse con más eficacia. Estudian, reflexionan y hacen para elevar la condición humana propia y que sus atenciones ayuden a los demás. Estos revolucionarios no adulan a los jefes, los tratan como iguales en la condición ciudadana y con el respeto debido por sus funciones y sus virtudes. Aprenden de los que ocupan cargos de mayor responsabilidad para ayudarlos a cumplir mejor con ella. Son pacientes y maduran para asumir las responsabilidades que les corresponden con el tiempo.

La corrupción, la ineficacia y el burocratismo

He oído al presidente Chávez hablar de nuevo sobre y la corrupción la ineficacia y el burocratismo. No es hablando como se atacan estos dragones destructores de los sueños de felicidad para nuestros pueblos. Hay que actuar severamente contra ellos mediante reglas precisas de actuación y la exigencia de estrictos principios y valores. Aquí es donde falla el dirigente que para conservar el poder permite que se deteriore la moral colectiva. No bastan iniciativas publicitarias o grandes campañas propagandísticas, es necesario llenar de realidades el cuerpo del proyecto de transformación. Hace más cinco años se definieron los objetivos estratégicos de la nueva etapa, uno de ellos era la lucha contra la corrupción, otro el desarrollo de la nueva institucionalidad revolucionaria… Hoy parecen haber quedado en el olvido. Hace más de dos años se propuso la conducta de las tres R. Revisión, Rectificación y Reimpulso y después de este tiempo es poco lo que puede presentarse para hacer honor a esa conducta. Los ministros, presidentes de empresas, viceministros, Rectores de Universidades Experimentales, jefes de misiones y otros altos funcionarios ocupan los cargos, algunos fugazmente, salen de los cargos para otros cargos iguales o más altos sin rendir cuentas, sin saber por qué salieron. Tampoco se sabe de los méritos de los nuevos ni los objetivos, planes y recursos que tienen para su desempeño.

La concentración de funciones agrava los problemas

Hay un enroque permanente y una concentración de funciones propia de los sistemas políticos monárquicos donde los cargos de importancia están reservados a las familias nobles y no alcanza el número de aristócratas para todos los cargos teniendo que ocupar dos, tres, cuatro y hasta cinco cargos cada uno. Ahora, en la campaña electoral veremos a altos y bajos funcionarios públicos como jefes de campaña y hasta de candidatos sin renunciar al control de su cargo y por supuesto de sus negocios. Así, camarada presidente,.. Cómo vamos a combatir los terribles flagelos de la corrupción, la ineficacia y el burocratismo?... Cómo vamos a dar solución a los dramáticos problemas que agobian a las masas populares?... Cómo vamos a construir un socialismo que supere al capitalismo y que supere las experiencias fracasadas del socialismo?...

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