domingo, 26 de junio de 2011

Compromiso de Montevideo

2º ENCUENTRO LATINOAMERICANO POR MEMORIA, VERDAD Y JUSTICIA

Organizaciones de DDHH latinoamericanas exigen

tipificar la tortura como crimen de lesa humanidad



Los participantes del 2º Encuentro Latinoamericano por Memoria, Verdad y Justicia desarrollado en Uruguay, reclamaron que el delito de tortura sea tipificado como un crimen de lesa humanidad, imprescriptible, no amnistiable y pasible de persecución por la justicia internacional, en un documento denominado el Compromiso de Montevideo que fue divulgado en el Día Internacional contra la Tortura y en vísperas de los 38 años del golpe de Estado sufrido en este país en 1973.

La reunión de organizaciones de derechos humanos, contó con la presencia del diputado chileno Hugo Gutiérrez, las activistas argentinas María Sondereguer y Sara Waitman, la representante del Cejil, Liliana Tojo, y los brasileños Jair Kirschke y Afonso Lincks, que alternaron en las mesas de debate a las que enviaron sus intervenciones el jurista Alejandro Artucio y la periodista Stella Calloni.

El 2º Encuentro es la continuación de una primera reunión celebrada en Buenos Aires en marzo último, al cumplirse el 35 aniversario de su golpe de Estado, y es antesala de un evento similar que se organizará en Chile para el 11 de setiembre próximo, cuando se conmemore la fecha del golpe de Estado en el país trasandino. Los encuentros continuarán luego en Paraguay y Brasil.

En la actividad realizada en la Facultad de Ciencias Sociales, con cientos de espectadores en ambas jornadas de debate, se destacaron la intervenciones de los historiadores Clara Aldrighi y Alvaro Rico, el psiquiatra Miguel Scapusio, el abogado Pablo Chargonia, el maestro Miguel Soler, el sociólogo Enrico Irrazabal, el hijo de desaparecidos Valentín Enseñat y las víctimas de torturas Nélida Fontora, Baldemar Taroco e Ivonne Klinger.

La reunión en Montevideo fue convocada por las principales organizaciones de derechos humanos del país: Familiares de Desaparecidos, Servicio de Paz y Justicia (Serpaj), Hijos, ex presos políticos (Crysol), Casa Bertold Brecht, Fundación Zelmar Michelini, Fundación Mario Benedetti y el Centro de estudiantes de la Facultad de Ciencias Sociales (Cecso), auspiciados por el sindicato bancario (Aebu).



“Estamos indignados”

El periodista Roger Rodríguez señaló en las palabras de apertura del evento que “las organizaciones no gubernamentales uruguayas convocantes y quienes militamos en ellas, estamos indignados. Indignados por no considerarnos dignos de que nos ocurra lo que ha ocurrido en Uruguay en los últimos tiempos en materia de derechos humanos. Indignados con calma y sin exasperación. Indignados en forma esperanzada, con la convicción de la razón”.

“No somos dignos de que en Uruguay los tres poderes del Estado declaren inconstitucional una ley y ninguno de los tres la elimine del sistema jurídico. No somos dignos de la discusión y resultado del debate parlamentario que en ambas cámaras se dio sin anular la ley de caducidad. No somos dignos de que la Suprema Corte de Justicia considere homicidio los casos de desaparición forzada. No somos dignos de que el Poder Ejecutivo electo no cumpla su programa electoral o admita la presión o el desacato de las fuerzas armadas. No somos dignos de que se ataque o amenace a los fiscales o jueces que quieren cumplir su trabajo de indagar e impartir justicia. No somos dignos de que en nuestros países siga rigiendo la impunidad que protege a los violadores de los derechos humanos”, agregó

Por su parte, en el mensaje enviado por el diputado argentino Remo Carlotto, convocante del primer encuentro en Buenos Aires, se subrayó que “la lucha por la memoria, la verdad y la justicia tiene indiscutibles denominadores comunes en el Cono Sur y en toda Latinoamérica. Hemos visto, a lo largo de los años, de las décadas como los organismos de derechos humanos, las organizaciones de la sociedad civil y los actores más dinámicos de nuestras sociedades, durante las dictaduras y con el retorno democrático han exigido el esclarecimiento de los crímenes cometidos por el terrorismo de estado. El conocimiento de la verdad y el juicio y castigo a los culpables de la comisión de crímenes de lesa humanidad entre los cuales está la aplicación de la tortura como uno de los actos más deleznables deben ser demandados por todos y todas”

“Simultáneamente a la acción criminal de las dictaduras en cada uno de nuestros países, la coordinación implementada por la denominada Operación Cóndor con sus consecuencias de secuestros, desapariciones y muerte, requiere de nuestra voluntad para demandar en forma conjunta la apertura de archivos y documentación, la identificación de las responsabilidades civiles y militares, que asolaron nuestra patria grande y el consecuente juicio y castigo a los culpables. Estoy convencido que este encuentro va en ese sentido trazado inicialmente en Buenos Aires en el mes de marzo”, dijo Carlotto.



Compromiso de Montevideo

La declaración final del encuentro, denominada el “Compromiso de Montevideo” se divulgó en la fría y lluviosa mañana del domingo 26 durante una concentración realizada en el Pasaje de los Derechos Humanos ubicado frente a la sede de la Suprema Corte de Justicia, donde se dejó instalada una pancarta que rezaba “Tortura: crimen de lesa humanidad imprescriptible”

El documento expresa:


Los participantes del 2° Encuentro Latinoamericano por la Memoria, la Verdad y la Justicia, celebrado en la ciudad de Montevideo entre el 24 y 26 de junio de 2011, a 38 años del golpe de Estado en Uruguay y en el Día Internacional contra la Tortura, coincidimos en que en nuestros países se debe investigar, juzgar, penalizar, reparar y no olvidar los casos de tortura sufridos por nuestros pueblos, que indignan a nuestro sentimiento y condición humana, y constituye un crimen de lesa humanidad, es decir, imprescriptible, no amnistiable y pasible de persecución por la justicia internacional, cuando y donde fuera que se cometiere el delito, ya sea cuando las dictaduras del cono sur o por cualquier autoritarismo del presente.



Nos comprometemos contra la impunidad. Porque los impunes y los impunidores, militares o civiles, no deben continuar sin castigo, ya que la aplicación de la tortura en la región implicó un plan supranacional, practicado en forma sistemática, con idéntica metodología y desde los mismos manuales, para imponer desde las dictaduras un modelo político y social, que requería la eliminación de toda resistencia popular y la instauración del terrorismo de Estado, con sus muertes y desapariciones, antes que el autoritarismo permitiera una reinstitucionalización condicionada por la aceptación de distintos tipos de leyes de amnistía, punto final o autoperdón.



Nos comprometemos con los reclamos de las víctimas y sus familiares. Porque con la tortura se buscó la cosificación del ser humano, su deshumanización y su destrucción física y moral, para dañar no sólo el cuerpo de la carne y el hueso, torturado con el golpe, la picana, el tacho, la colgadura, el plantón o la violación y llegar hasta a la perdida de embarazos, sino también al cuerpo social, cultural y ético de convivencia, entretejido por la comprensión y la solidaridad, para generar el miedo y la desprotección de la sociedad, provocándole un daño transgeneracional con la interrupción de la continuidad del relato no oficial de su propia historia.



Nos comprometemos con la reparación a quienes padecieron la tortura. Porque la tortura no es un tema del pasado, sino que su daño, secuelas físicas o morales, se siguen viviendo en forma constante por quienes la sufrieron y su entorno, transformándola en un crimen permanente, porque es tan cruel el tormento como la posterior ausencia de políticas de reparación social a sus víctimas, quienes deben convivir con los impunes victimarios, y porque también es necesario repensar, desde una mirada de género y otras ópticas, las políticas de memoria, justicia y reparación, ante las características que la violencia represiva tuvo sobre hombres y mujeres.



Nos comprometemos con los juicios contra la tortura a nivel local e internacional. Porque las víctimas tienen el derecho de realizar las denuncias ante un sistema judicial independiente, que no debe estar sometido por el poder político, porque es un crimen imprescriptible que en cada país impone la justicia universal establecida por los convenios y tratados acordados desde la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 hasta las normas que lo tipifican en el tratado de Roma.



Nos comprometemos a impulsar una cultura y una educación que, basadas en los derechos humanos, sostengan la memoria. Porque es la cultura la que produce conceptos a partir de sus propias prácticas y herramientas, porque es la educación la que forja el aprendizaje y el conocimiento, porque ambas trasmiten y construyen la memoria colectiva que permitirá recordar y comprender lo ocurrido, para asegurar el nunca más al terrorismo de Estado. Un Estado que deberá ser vigilado por la sociedad, alerta en su conjunto, y a través de órganos autónomos de contralor.

Montevideo, 26 de junio de 2011.



26 DE JUNIO

DÍA INTERNACIONAL EN APOYO

A VÍCTIMAS DE TORTURAS.



La comunidad internacional conmemora anualmente el 26 de Junio el “Día Internacional en Apoyo de las Víctimas de la Tortura”, con el fin de dirigir la atención mundial hacia la necesidad de poner fin a la tortura y ayudar a las víctimas.

La Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el Día Internacional en su resolución 52/149, de 12 de diciembre de 1997, con el propósito de erradicar la tortura y de asegurar la aplicación de la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes.

La tortura es una de las formas más graves de violación de los derechos humanos, e impone un costo terrible a millones de personas y sus familias. La violación, los golpes en las plantas de los pies, la asfixia por inmersión, las quemaduras, la aplicación de corriente eléctrica, la privación del sueño, las sacudidas y las palizas son métodos habituales de los torturadores para quebrantar la personalidad del individuo.
Aunque los daños físicos son tremendos, las secuelas psicológicas y emocionales suelen ser aún más destructivas y más difíciles de curar. Muchos supervivientes de la tortura sufren de pesadillas y de recuerdos angustiosos recurrentes. Rehuyen a la familia, la escuela y el trabajo y experimentan pérdida de confianza.

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Descripción de los efectos de la tortura.

Editorial Martha Passeggi.


Siempre nos referimos a las torturas físicas quizás, porque son los más visibles y de impacto desbastadores más inmediatos.

Pero para las torturas psíquicas no encontramos generalmente las palabras adecuadas y precisas para describirlas.

Sin embargo, estas heridas internas son las más demoledoras a largo plazo.



Definición de trauma:



Un hecho traumático lo constituye un episodio violento, grave e imprevisto fuera del campo de la experiencia humana ordinaria vivida por una o varias personas.

Esto configura un cuadro de alto impacto emocional con derivaciones fisiológicas y psíquicas.

Significa que se pone en juego todo un universo de efectos químicos y emocionales en el cuerpo.

Esa fue la situación que vivimos, los que fuimos detenidos- secuestrados en la época de la dictadura en este país y en toda la región.



Los opositores políticos al régimen dictatorial, en los primeros momentos en que éramos capturados pasábamos al estado de amenaza permanente a nuestra integridad física y psíquica.

Desde el primer momento nuestros cuerpos eran sometidos a salvajes torturas.

El promedio de edad que teníamos en esa época era de 20 a 35 años. Pero también una franja etárea de 50. 60 años.



Los primeros minutos del secuestro:

La indefensión de no saber que va a pasarme.

Un frío espeso rodea el cuerpo.

Una capucha impuesta o una venda nos sacaban del mundo exterior en forma brusca.

Allí comienza a funcionar el cuerpo como primera forma de defensa.

Aumenta la fuerza muscular y arterial.

La respiración se torna agitada en extremo, corta, alta.

La actividad cardiaca en paroxismo… taquicardias.

Las descargas internas, corporales de las llamadas “hormonas del estrés”, adrenalina, cortisona, serotonina, endorfina se vuelcan al torrente sanguíneo en forma continua.

Cuerpos sometidos a diversidad de aplicaciones aberrantes de torturas; golpes, patadas, asfixia por inmersión en recipientes de agua pestilente: con orín y materias fecales, asfixia con bolsas de nylon produciendo una desesperación inenarrable de sofoco, descargas intensas de electricidad, humillaciones, insultos; son parte de ese universo que los torturadores empleaban para someter y destruir a sus víctimas.



Y en el plano psicológico:

La atención activada en estado de alerta, a lo que nos hacían.

Los gritos, los ruidos se amplificaban; a nuestro alrededor.

Todo producía embotamiento de la emoción, disociación interna: replegados hacia nuestro interior para protegernos.

Al dolor del cuerpo se sumaba el dolor del espíritu, con aquellas torturas que no dejaban huellas visibles como las violaciones a mujeres y hombres por igual.

A su vez se volvía a amplificar los dolores, el miedo, el terror de sentir los gritos de los otros/as, de familiares, hijos, hermanos.

Esto nos dejaba en la incertidumbre e impotencia de no saber si tuviese un fin inmediato, certero. Todo lo contrario; permanecíamos por días, meses casi muriendo… de esa forma.

Era estar a disposición de ellos: los torturadores.

Los cuerpos sé cimbraban, por las descargas de electricidad aplicadas, intensas…continuas.

Sudaban nuestros cuerpos… casi adolescentes: de miedo, se erizaba la piel como primera alarma de peligro.

Y el cuerpo psíquico respondía tratando en céntimas de segundos, elaborar y volver a codificar nuevas alternativas de contrarrestar los peligros descargando más y más hormonas del estrés invadiendo todo el cuerpo, todos los cuerpos. Sintiendo el propio dolor y el ajeno.

La desnudez como método de desprotección, de vulnerabilidad tanto en hombres como en mujeres. Sólo que en la mujer tomaba otros parámetros culturales de los cuales se valían ellos: los torturadores.

Estas prácticas como otras infinitas, fueron parte de la instrucción que se les había impartido, en las academias norteamericanas a las cuales muchos de los militares habían tomado cursos intensivos: de cómo llevar al límite esos cuerpos heridos por fuera y por dentro.

El llanto una expresión tangible del cuerpo emocional muchas veces era sofocado por uno/a misma para que no fuese utilizado como elemento de fragilidad. Otras veces funcionaba como forma de descargas para recuperar fuerzas internas. Los gritos también.

Y así pasaban los días, porque el tiempo lo administraban ellos: los perpetradores.



Disponían de un resorte que los aparaba en la total impunidad: El estado uruguayo.

Militares y civiles todos complotando en igual función y responsabilidad.



El cerco impuesto nos acorralaba… no teníamos formas de salvarnos de las salvajes torturas.

Las transitábamos… apelando cada una/o a su fortaleza interior, convicción o suerte efímera.

Y en esa “danza” con la muerte; ellos se regodeaban del sufrimiento de sus víctimas.



La tortura; de ayer y de hoy sigue su itinerario de destrucción.



¿Hasta cuando debemos esperar; que los “nuevos ocupantes del estado” erradiquen esta práctica de nuestra cultura uruguaya?



¿Nos pedirán perdón por el ayer?..................



Y qué está pasando en estos momentos ¿yo escucho un grito de dolor? ¿Y usted?....



Martha Helena Passeggi

Año 2011.



MARTHA PASSEGGI.
reportera-gráfica.

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