viernes, 17 de junio de 2011

Recuerdo de Mar del Plata II




de Roger Rodriguez

Un 16 de junio como hoy, regresó desde el exilio Wilson Ferreira Aldunate. Tuve el honor de acompañar aquel viaje del vapor de la carrera. Hace unos años, escribí la crónica que publico a continuación, como memoria de aquellos días...

DESDE EL MAR DEL PLATA II (Junio 16 de 1984 - Por Roger Rodríguez, enviado especial)- Días antes del 1º de Mayo habían clausurado el semanario CONVICCION por difundir la primera entrevista a Wilson Ferreira Aldunate, quien en Argentina había hablado con Claudio Paolillo. Incluso se demoró dos ediciones en publicar la nota que por la censura no mencionaba a Wilson. En la tapa de CONVICCION se publicó una foto de políticos uruguayos mirando una figura en blanco (se borró todo el cuerpo de Wilson)... pero la picardía no evitó la clausura. Eran tiempos de censuras y sanciones contra la prensa... y, entonces, no pensaba que las viviera en carne propia. Tuve la oportunidad de viajar primero a Concordia, donde Wilson hizo un discurso extraordinario, por lo emotivo y lo radical. Luego, puede llegar a Buenos Aires y meterme en el Mar del Plata II.


No recuerdo si alcancé a escribir aquella crónica: primero, porque no estaba permitido y, segundo, porque recién días después empezaría a salir LA VOZ DE LA MAYORIA, donde, por una nota en su primer número terminé preso (el 27 de junio ya hace 27 años que fuimos procesados junto a Alexis Jano Ros y acompañamos a Julián Murguía de LA DEMOCRACIA en la Cárcel Central) Ese artículo (malos tratos a presas políticas en Punta Rieles) me otorgó el raro privilegio de ser el último procesado de la justicia militar y el primero de la lista de amnistiados de la democracia (solo un día después de la Ley de Amnistía, el 4 de marzo de 1985, iba a ser sobreseído)...


Lo cierto es que aquel viaje fue histórico. Cientos de personas envueltas para regalo si la dictadura se decidía a meternos a todos presos. Pero la realidad es que las presiones internas y externas eran muy fuertes. Solo días antes, el 7 de junio, el general Hugo Medina había asumido como comandante en jefe del Ejército en lugar del general Pedro Aranco. El Goyo Álvarez era el presidente de la República, pero ya le estaban "haciendo la despedida".



Alguna vez investigué aquello y supe que Medina (al cual habían tratado de “eliminar” con el asesinado de Vladimir Roslik cuando era el comandante de la División Ejército III) ya había arreglado con Julio María Sanguinetti que las elecciones se harían sin el general Líber Seregni, sin Wilson y más allá de lo que quisiera hacer el propio Gregorio Álvarez (días después del regreso de Ferreira, el Goyo amenazó con suspender las elecciones, pero su poder se estaba cayendo). Uno de los que hacia fuerza para que cayera era Raúl Alfonsín desde Buenos Aires, donde Wilson recibió honores de jefe de Estado al ser despedido. Otros eran los propios yankis, quienes desde la Embajada de Montevideo "operaban" con políticos, militares, periodistas y agentes económicos.


Aquella noche en el Mar del Plata II fue tensa. Luego de la emoción de la partida pasamos al silencio del mar. Hacía frío. Algunos dormían en sillones o escaleras. Un grupo nos fuimos al salón del Bingo (la boîte) y nos pusimos a cantar y jugar al truco. Hasta Gonzalo Aguirre se cantó unos tangos. Cuando avanzaba la medianoche, ya quedábamos pocos. Recuerdo a Pablo Estramín, Germán Araújo, José María Fosatti, Juan Peyrou, Pablo Iturralde, Raúl Castro, Jorge Pasculi, Gerardo Sotelo, Silvia Kliche, entre otros del círculo en el que yo quedé truqueando. Pasculi perdió un partido y se paró a fumar. Se asomó a un ojo de buey y pego el grito: "¡Estamos rodeados!".


Todos nos paramos y fuimos a confirmar que varios guardacostas acompañaban el viaje del Mar del Plata II. Era la armada argentina que nos guió hasta el límite jurisdiccional. Entonces, se comunicaron por radio con el Capitán Rojas y le desearon buena suerte. Quedábamos en los brazos del destino. Pasaron unos minutos de soledad en el mar. Amanecía con niebla, cuando en el horizonte apareció otro grupo de barcos de guerra. Eran los uruguayos. También nos rodearon. Comenzó un diálogo radiofónico que terminó cuando la Patrulla U70 se acercó y dos oficiales y un par de hombres rana subieron a una lancha de prefectura y abordaron el barco.


Wilson estaba en la proa, a babor, y ellos abordaron por la popa. Uno de los periodistas argentinos (quienes entonces ya ejercían mayor libertad de prensa por el regreso a la democracia) corrió hacia Wilson para confirmarle que nos habían abordado.

-"¡Wilson!, ¡Wilson!...¡Oficiales uruguayos han abordado el barco!", le dijo con voz grave. "¿Qué tiene que declarar?", agregó mientras le apuntaba con su grabador.

- "¿Usted me está diciendo que oficiales uruguayos bajaron de aquella nave, subieron a ese barquito y treparon al Mar del plata II?", le repreguntó Wilson.

- "Si, Wilson, si, ¿qué tiene que declarar?", insistió por su exclusiva.

- "Y...¡que los felicito por la pirueta, m`hijo!", respondió aquel personaje político, para provocar la risa de todos los presentes.


Después vinieron las negociaciones en el camarote. Un intento de desviar el barco hacia Punta del Este, porque una multitud se había acercado al puerto, permitió ver una maravillosa reacción desde tierra, cuando cientos de personas comenzaron a hacernos señales con espejos. Nosotros, devolvíamos la señal con lo que podíamos. No hubo cartera de dama que no fuera dada vuelta para encontrar algún espejito. También comprobamos que los vaso de escocés (hubo mucho escocés aquella noche) también permitían el reflejo si tenían hielo adentro... Así que muchos fuimos a cargar los vasos...


En la puerta del camarote en el que negociaban Wilson, el capitán Rojas, Juan Raúl Ferreira y el entonces Capitán de Navío Carlos Gianni (luego fue comandante en jefe de la Armada en el gobierno de Jorge Batlle), los periodistas nos empujábamos para tratar de escuchar algo. Probamos con la oreja en la puerta, con una copa, con de todo un poco... Hasta que aparecieron dos holandeses que no hablaban nada de español y sacaron de su equipo (el más moderno, por cierto) un gran "chupete" (parecido al que se utiliza para grabar conversaciones en los teléfonos) y lo instalaron en la puerta.


Pudimos escuchar algunos rezongos de Wilson, pero nada concreto. En pocos minutos salió alguien y nos descubrió. Ahí fue que Gerardo Sotelo le dio un grabador a Raúl Vallarino (luego director de la Biblioteca Nacional), quien estaba en la reunión como organizador del chárter, y le pidió que registrara lo que pudiera de aquella histórica conversación.


Los datos que teníamos había que trasmitirlos a Buenos Aires o Montevideo, pero estábamos en un punto ciego. Ni el Motorola de El Espectador ni el equipo de Radio Mitre llegaban a alcanzar sus bases. Había un técnico de El Espectador (el negro Maurente, creo que le decían) que -muy a la uruguaya-, terminó por desarmar los dos equipos, hizo uno solo y con él pudimos llegar a trasmitir a Montevideo. Pero no había ninguna radio que pudiera sacar la información al aire, así que desde esa radio (no recuerdo cuál) se informaba a Reuters (Roy Berocay), UPI (Zelmar Lissardy) y DPA (Alberto Zenga) quienes informaban al mundo lo que ocurría en el Mar del Plata II.


Luego vino el desembarco. No queríamos que Wilson y JR se entregaran, pero las cartas estaban dadas. Fue el momento del famoso giro de Wilson y sus manos con la señal de la victoria. Todos cantamos el himno nacional con la emoción con la que pocas veces lo he vuelto a entonar... Pero, cuando se llevaron a Wilson y su hijo en los helicópteros (otra jugada interna de los militares aperturistas que no lo entregaron a un sector duro del Ejército), nosotros quedamos “regalados como perejil de feria”, al decir de uno de aquellos pasajeros.


Primero nos iban a hacer bajar de a uno, tomarnos los datos y meternos presos. En frente se formó todo un pelotón de Prefectura armado a guerra. Pero alguien dijo, para sorpresa de los servicios de inteligencia que obviamente venían con nosotros en el barco, que no diéramos ningún dato y nos resistiéramos. Muy a lo blanco, si me permiten, pero dio resultado. Empezamos a bajar en forma incontenible y vino una contraorden para guiarnos hacia el portón de la calle Yacaré, frente al Mercado del Puerto y dejarnos salir sin anotarnos...


Pero ahí recién empezaba la cosa. Habíamos quedado fuera del puerto, pero atrás de las tanquetas que impedían a los civiles llegar hasta la rambla. Cuando cuatrocientas personas aparecieron como una columna detrás de los tanques, se armó el caos. Los soldados no habían sido comunicados de que nosotros salíamos y se encontraron con una manifestación a sus espaldas. Giraron las torretas con cañones y metrallas.


Pensé que de esa no salíamos...Pero, otra vez alguien lúcido dijo una frase que tantas veces debe haberse escuchado a lo largo de la historia: "Rajemos!!!", gritó, e hicimos un desbande. No recuerdo cómo, pero pasé para el otro lado de las tanquetas y con tal fortuna que me encontré con el viejo volkswagen rojo de Ernesto de los Campos, que hacía de móvil de CONVICCION. Lo manejaba Carmen Tornaría (entonces cronista de Educación del semanario clausurado) y en él iban Alex, la esposa del “Ratón” De los Campos y mi esposa Sara. Les pegué el grito, pero no había posibilidad de nada con una tanqueta que andaba correteándolas.


Recién nos pudimos encontrar frente al Banco Central del Uruguay, cerca de donde hoy funciona Brecha (que Hugo Alfaro comenzaría a germinar meses después desde el suplemento Chasque del diario Tiempo de Cambio). No recuerdo dónde fuimos a tomar un cortado, pero tengo en el paladar a aquel café con leche como uno de los más sabrosos de mi vida. Tenía sabor a dignidad y aroma de Libertad.

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