sábado, 17 de septiembre de 2011

El escándalo de los marinos uruguayos en Haití




No tiene perdón de dios


El escándalo llega a Nueva York




Nadie se va DE HAITÍ. A PESAR DEL ESCÁNDALO.
GUSTAVO VILLA Caras y caretas

La Minustah se va a quedar en Haití por bastante tiempo aunque la opinión pública latinoamericana piense lo contrario. El escándalo internacional desatado por la difusión de un video en el que militares uruguayos vejan a un joven haitiano instaló el tema brevemente en la opinión pública, que pensó que había llegado la hora de retirar a los militares de la isla. Pero la verdad es que a siete años del despliegue de tropas extranjeras, en Haití poco ha cambiado.Fue casi como un reality show. un video filmado por un aficionado y distribuido involuntariamente desató tormentas de opiniones y ríos de tinta; rayos y centellas mediáticas surcaron todo el planeta condenando la situación humillante a la que había sido sometido el joven haitiano Johnny Jean (cuya mayoría de edad está todavía por confirmarse), quien asegura haber sido forzado por cuatro marinos uruguayos y violado por dos de ellos.
Las denuncias posteriores que incluyeron desde episodios de paternidad hasta acusaciones de contaminación ambiental proveniente de las bases uruguayas fueron reproducidas hasta el hartazgo, para luego dar paso al silencio habitual: ya nadie habla de Haití, tal como sucedía dos o tres semanas atrás. Pero en medio del escándalo puntual por el accionar injustificable de los uniformados
compatriotas, apareció el tema de fondo: ¿hay que mantener en Haití un contingente multinacional de más de diez mil efectivos militares y policiales?Desde la isla, militantes políticos, periodistas y activistas por los derechos humanos hicieron saber que desean la inmediata retirada de la Misión de Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (Minustah) de su país; algunas movilizaciones populares exhibieron pancartas condenando el abuso perpetrado contra el joven haitiano y exigiendo el retiro de las tropas.
Un incipiente movimiento en el mismo sentido pareció instalarse en varios países americanos y también en Uruguay. Sin embargo, y más allá de algunas informaciones publicadas de manera parcial o segmentada, a ninguno de los países sudamericanos que han desplegado efectivos en la parte occidental de la isla La Española se le ha ocurrido pensar que sea el momento de dejar Haití. A lo sumo,han recordado que el mandato de la Minustati es temporario y que en algún momento hay que trazar una ruta de salida. El presidente José Mujica, el Ministro de Defensa Nacional, Eleuterio Fernández Huidobro, el Ministro de Relaciones Exteriores, Luis Almagro, y su vicecanciller, Roberto Conde, se expresaron públicamente en ese sentido en Uruguay. El propio presidente de Haití, Michel Marteliy, habló en términos similares esta misma semana.El problema de Haití no son los cascos azules, sino todo lo que debió acompañar al despliegue de los efectivos militares.
Es la Organización de las Naciones Unidas (ONU) las que han fracasado hasta ahora y tal vez se pueda hacer extensiva a Brasil una parte de este fracaso. Pero mejor vamos por partes.
ESTABILIZACIÓN SEGÚN LA ONU
"La Minustah trabaja en el país para cumplir su mandato de establecer un entorno seguro y estable en el que se pueda desarrollar un proceso político, fortalecer las instituciones del gobierno de Haití, apoyar la constitución de un Estado de Derecho, y promover y proteger los derechos humanos". De esa manera se explica, según las propias palabras de la ONU, la utilidad de la presencia en territorio haitiano de una fuerza multinacional compuesta por unos 12.200 hombres, 8700 de los cuales son soldados y 3.500 policías.Lo del "entorno seguro y estable" tal vez sea la parte más lograda del mandato original, aprobado por el Consejo de Seguridad de la ONU en 2004. El desarrollo del proceso político, el fortalecimiento de las instituciones, el apoyo al Estado de Derecho y la protección de los derechos humanos figuran en un enorme debe.
El vicecanciller Conde explicó, previo a una reunión de Ministros de Defensa y de Relaciones Exteriores de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) lo que a su entender sigue faltando: "El rol militar ha sido un rol de apoyo en el proceso de pacificación para que operaran las fuerzas de reconstrucción. Estas fuerzas de reconstrucción no fueron suficientes y, para peor, se complicó mucho más desde hace dos años con la epidemia de cólera -que se terminó comprobando que había sido importada por tropas de la misión-, lo que irritó mucho más la sensibilidad de los haitianos frente al despliegue de la misión y también complicó mucho más el trabajo de recomposición en materia de salud.
Todo se fue dificultando progresivamente en el terreno económico, social, sanitario, etcétera". En ese contexto se explica perfectamente la resolución adoptada por la Unasur, que solicitará al Consejo de Seguridad de la ONU que diseñe un plan para reducir levemente el contingente en Haití, dejando de lado algo que muchos daban por seguro: el levantamiento total de la Minustah. En definitiva, se pide que se apruebe una redistribución de bases y el regreso a sus países de unos 2.300 uniformados, dejando en suelo haitiano a la misma cantidad de efectivos que había hace un año y medio, antes del impresionante terremoto de enero de 2010."La ruta de salida en lo que hace a la presencia de tropas tiene que delinearse en un proceso. Eso, yo diría, es lo más sencillo. Lo difícil, lo dramático, en lo que el mundo tiene que seguir comprometido, es en la reconstrucción de Haití. De nada valdría replantearse la permanencia de las tropas si después todo el mundo se lava las manos y no hay un compromiso efectivo para cumplir con el plan original que todas las naciones habían acordado para colaborar con la reconstrucción de Haití".
HAITÍ: ¿EL GRAN FRACASO DE LULA?
Hacia la segunda mitad de la presidencia de Lula da Silva, la diplomacia brasileña entendió que se presentaban oportunidades internas y externas propicias para dar el gran golpe y colocar a Brasil en el selecto grupo de los países líderes globales. La proyección internacional del propio Lula, las tasas de desarrollo y crecimiento de la economía brasileña y las ambiciones de Brasilia colocaron al gigante del norte en la puja por sitiales preferenciales; uno de sus objetivos era un sillón permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU. La crisis de Haití se presentó como una oportunidad inmejorable de demostrar el liderazgo y la capacidad que Brasil decía tener. Se puso a la cabeza de la Minustah, destinó allí el contingente más numeroso y mejor equipado y, fundamentalmente, intentó seducir a los haitianos, en el afán de demostrar que al Planalto las cosas les salían mejor que a las potencias globales.
Se llegó a montar un amistoso internacional entre la mejor selección de Brasil y el combinado local que incluyó el paseo de las estrellas verdeamarelas por el centro de Puerto Príncipe ante los ojos atónitos de la multitud; se buscó también un acercamiento franco con los referentes sociales del pueblo haitiano, intentando que el despliegue del contingente militar y policial en realidad fuera una especie de gesto solidario de países hermanos. Pero fracasó, al menos hasta ahora. Haití no ha podido salir del abismo social, económico y sanitario en el que se encuentra y ya ni siquiera los brasileños cuentan con la simpatía de la población local. Por eso, Celso Amorim, Ministro de Defensa de Brasil, ahora habla de "reformular" la participación norteña en la Minustah. "No puede haber permanencia para siempre ni retirada irresponsable", dijo Amorim hace algunos días, anticipando lo que serán las decisiones que se conocerán en los próximos meses.
La política exterior de Dilma Rousseff no es la misma que la de Lula y el canciller Antonio Patriota; este último afirma ahora que su país impulsa un cambio en el paradigma de las intervenciones multinacionales, proponiendo "un sistema colectivo basado en la justicia que permita a la comunidad internacional hacer frente a su principal responsabilidad, la de no empeorar las cosas". Mientras tanto, y como manera de recomponer su rol en Haití, explora vías de colaboración civil que reemplacen al despliegue militar y policial.







¿IMPUNIDAD O "SOLDADESCA" Y NARCOS? 
 EDUARDO ALONSO   Caras y Caretas
Al decir del general Licandro el 4 de febrero de 2011, en el 40° aniversario de la firma del acuerdo político del Frente Amplio (FA), éste sigue arrastrando considerables retrasos en tres temas: Fuerzas Armadas (FFAA), antiimperialismo e integración latinoamericana. Estas falencias ponen al rojo vivo algunas contradicciones y se toman más notorias y hasta indignantes cada vez que el gobierno debe tomar decisiones que operen sobre la realidad o que la fuerza política debe expedirse sobre acontecimientos concretos. En el caso de Haití, la vejación de un ser humano, el accionar patoteril, las risas, la homofobia, la subestimación del otro y la grabación del propio video ponen de manifiesto que sin duda los uruguayos todos, el gobierno y, en especial, el FA estamos pagando tributo a la falta de coraje y a la desidia intelectual en la profundización del tema militar, que se refleja en la improvisación y al tanteo en el momento de analizar y actuar en consecuencia.
El drama sufrido por el ciudadano haitiano nos pone a todos de cara ante un enorme iceberg del cual el episodio es sólo un sexto visible, se hace imperioso entonces no sólo el análisis del fenómeno sino las motivaciones ocultas en los otros cinco sextos bajo la superficie.¿De dónde nace tanto desprecio, tanta cobardía, tanta discriminación, tanta soberbia capaz de registrar en película un hecho de estas características? ¿Bajo qué coordenadas analizan el responsable de relaciones públicas de la Armada, capitán Vique, y sus mandos el acontecimiento que los llevan catalogarlo de "broma de mal gusto"?
En los últimos 25 años, desde la caída de la dictadura, casi no se observan cambios en los programas de las diferentes escuelas militares; la doctrina de la Seguridad Nacional sigue sobrevolando las cabezas uniformadas, la Escuela de las Américas sigue tan campante formando parte de los posgrados de la oficialidad uruguaya. Se sigue educando en el desprecio a lo diferente. La impunidad de los crímenes dictatoriales opera como desinhibidor individual y colectivo: ¿qué sentido tendría la grabación del video si ello no conllevara mostrarlo para provocar la hilaridad de sus pares, con la seguridad de que no se recibirá castigo ni repudio moral? No se está en presencia de un grupito de degenerados, se trata de una mentalidad dominante que lleva a repetir una y otra vez conductas aberrantes, las mismas que fueron moneda corriente durante la dictadura, de la que apenas si escapan algunas cabezas jóvenes, las más lúcidas, las que más allá del beneficio económico encaran estas misiones con sensibilidad y profesionalismo. En síntesis, las menos.
¿Cuál es la lógica que aplica el presidente cuando se refiere a los responsables como parte de la "soldadesca", y cuál la del Ministro cuando, preocupado, declara que se especula con que la difusión del video sea responsabilidad de cárteles de la droga que utilizan la isla como centro de distribución?
No hay lógica. Es un intento de simplificar el tema y una forma de no profundizar en los patrones de conducta, acotando lo sucedido a los implicados directamente en el hecho. Es desviar la atención centrándose exclusivamente en el delito y sus derivaciones.
No dejan de ser movimientos de cintura del gobierno para intentar manejar una circunstancia que forma parte de una temática que cada vuelta de tuerca hace agua por los cuatro costados. Es tiempo de que el FA asuma la tarea que el pueblo elector le encomendó -también en este tema- haciendo punta en la búsqueda de salidas, sin dilatar más el problema. Se trata de repensar las FFAA, de que la sociedad les asigne nuevos cometidos enmarcados en el concepto de nación, y que la ciudadanía toda, por intermedio de sus representantes, controle y aporte a la formación en valores a sus integrantes. Un nuevo reiacionamiento entre militares y civiles, basado en la inclusión en todos los campos de la vida  social, en derechos y en deberes, derribar el aislamiento que hace que las FFAA tengan su propia justicia, su educación secundaria y terciaria, su sistema de jubilaciones y pensiones, su sistema de  salud, sus lugares de veraneo, etcétera. Estas FFAA guetizadas responden a una concepción y a un  determinado rol.
Con estas características fueron en el pasado absolutamente funcionalesa la doctrina de la Seguridad  Nacional, al capital financiero internacional y a los dueños del Uruguay. Es tiempo de cambiar,  apostando también a esas cabezas jóvenes aludidas anteriormente. De lo contrario, hechos como el de  Haití, en mayor o menor medida, se seguirán repitiendo.En esta dirección, como primer paso se  impone el acuerdo político lo más amplio posible para derogar la ley de caducidad y legislar antes del  1º de noviembre, para que las atrocidades cometidas durante el terrorismo de Estado se definan, de una  vez, como crímenes de lesa humanidad. Éste es el único camino sano y cierto en la construcción de  una nueva relación entre militares y civiles y en la integración de las FFAA a la sociedad, un jalón  indispensable en el avance democrático del proyecto de izquierda. Temas pendientes que  obligatoriamente deberá resolver la fuerza política en el cortísimo y mediano plazo, serenamente,  poniendo cabeza y asignándole la tarea a especialistas, que los hay y muy buenos, en el marco fraterno  y unitario que pueden aportar los miles de frenteamplistas que desinteresadamente, día por día, dan lo  mejor de sí al proyecto desde todos los ámbitos de la sociedad.
Salute.






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