domingo, 22 de junio de 2014

Los moldes rotos nos desafían

 
Gabriel -“Saracho”- Carbajales, Montevideo, 21 de junio de 2014 / año de la dignidad.-

NBA es sólo la manifestación de una realidad que superó a la fuerza de la costumbre
La primera señal elocuente de lo que hoy podemos identificar como fenómeno NBA (nulo, en blanco, abstención), nos llegó a mediados del año 2010, con los resultados de las elecciones municipales en todo el país:

Siendo de concurrencia obligatoria, hubo casi 113.000 votos en blanco total y casi 59.000 auto-anulados.

En Montevideo y Canelones, esas cifras representaron casi el 14 % de los votos emitidos. Señal fuerte y, también, inédita en la historia electoral del Uruguay, “país votador por excelencia”… Emitida unos meses después del segundo fracaso plebiscitario intentando dejar sin efecto al menos parcialmente la “ley de impunidad” –nuevo traspié atribuible esta vez principalmente al boicot oficialista y, en menor grado, a la “indiferencia” de quienes contaban con medios de prensa que no fueron puestos al servicio de la explicación y la propaganda de “la rosada”--, aquello fue una señal de “pequeña” sanción social aplicada a quienes se consideró responsables conscientes y castigables de ese segundo fracaso, y, también, señal de indiscutible incredulidad o reservas respecto a la totalidad de las “ofertas” partidarias en cartelera.

Sería muy aventurado afirmar que fueron, todos o la inmensa mayoría, pronunciamientos “en contra de la democracia burguesa”, aunque no tanto como afirmar que se trató de pronunciamientos “energúmenos”, “indiferentes”, “malhumorados”, “de incomprensión política”, o, como dice un joven aspirante a caudillo verde, expresión de “mariconadas cobardonas”…

¿Qué hay, implícitamente, atrás de esta señal?... Buena pregunta que no se han hecho o que han respondido muy equivocadamente, algunos que recién ahora, después de conocerse las cifras de “las internas”, comienzan a demostrar preocupación por algo que –lo saben muy bien, lo sabemos muy bien— no es imitación pasiva de exóticas corrientes NBA venidas de “tierras lejanas” o reflejo caprichoso de “indignaciones” ajenas…

¿Por qué recién ahora sorprende lo que sí era ya sorprendente hace cuatro años y en apariencia ni les inmutó?. ¿Falta de olfato político?. ¿Poca intuición?.

¿Qué ha vendido pasando por lo menos en las “cabezas pensantes” de muy buena parte del no oficialismo claramente jugado a resaltar un perfil político declarativa y drásticamente opuesto al llamado “progresismo”, y, por supuesto, a la bien maquillada “propuesta” de la derecha clásica?. ¿Qué cosas han hecho posible que no se diera importancia a aquella señal que en cuatro años parece no sólo no haberse extinguido, sino que, hoy, a apenas cuatro meses de las presidenciales, se percibe como algo en impactante crecimiento espontáneo, inorgánico y sin coautoría de dirigentes ni vanguardismos grupales?...

Son muchas y muy complejas las explicaciones (y está bueno que tratemos de identificarlas una a una, todas y todos, sin prejuicios), pero hay una que seguramente no solamente comparte la totalidad de estos partidos sin representación parlamentaria, sino también la mayor parte de la militancia “orejana” (llamarle “radical” es puro superficialismo haragán) sin organización político-partidaria, casi toda ella ubicable como “simpatizante” o potencial “simpatizante” NBA:

Tenemos frente a nosotros, como nunca antes, los límites nítida y dialécticamente dibujados de premisas político-ideológicas-organizativas muy respetables y que jamás deben perderse de vista, pero no “sagradas” ni de concurrencia puntual perpetua a lo largo y lo ancho de la historia de la lucha de clases. Estamos frente a la imposibilidad de que lo “regular” y “universal” aprendido de la experiencia social acumulada, nos permitan visualizar y aprender claramente, así nomás, automáticamente, “el instante de lo particular” y su esencia específica y especial.

Hablando bien y en plata, nos vienen jorobando la excesiva “especialización” y la costumbre; mejor dicho, un súperhabit desmedido de acostumbramiento, porque sería cortar grueso decir ligeramente que se trata sencillamente del sobrepeso del “esquematismo” imperante y listo.

No es cortar grueso, sin embargo, asegurar que la dificultad mayor estriba en la renuencia ideológica, prácticamente generalizada, en asumir el rompimiento de moldes de acción política que ya están rotundamente rotos más allá de que lo concienticemos o no. No es un disparate ni una vaguedad señalar que nuestros parámetros militantes heredados, celosa y explicablemente preservados, no nos ayudan a entender qué ha venido pasando desde aquellos gloriosos tiempos que culminaron en el momento en que fue levantada la huelga de rechazo al fascismo, para llegar, una docena de años después, a un repliegue fascista negociado y digitado para que “la normalidad burguesa” volviese a reinar “con plenas garantías” y para que este país (el mismo país regenteado por mandaderos del imperialismo burgués que ordenó el golpe de Estado del ´73) y este pueblo (este otro pueblo, derrotado, pisoteado, pero humildemente reincorporado a pesar de todo) pudieran restablecer unas “libertades democrático-republicanas” reverdecidas a fuerza de represión salvaje y de flaco horizonte de emancipación…

Al margen y por fuera de nuestra izquierda sin representación parlamentaria, hay una rara y subterránea vida política (sí, política), un palpitar ideológico enérgico y apasionado, no controlable, no “reclutable”, entre miles y miles de mujeres y hombres –laburantes, de carácter, jóvenes, muy jóvenes sobre todo espiritualmente, deseosos de que esta inmundicia capitalista termine en el galpón de los cachivaches de la historia, pero no “militantes”— que no tienen voluntad (ni un gramo de voluntad) de sumarse a proyectos “democrático-populares” que sigan presentando el mismo envoltorio “programático-agitativo” de hace un millón de años como si no hubiese pasado “este millón de años” que va desde el aplastamiento del par de concepciones y estrategias fundamentales dominantes en aquel movimiento popular predictadura, a este Uruguay en el que podemos escuchar que desde una emisora fuertemente jugada a “patear el tablero” parlamentario con por lo menos un legislador, se dice que anular el voto “es anularnos a nosotros mismos” o plegarnos a arrebatos emotivo-pasionales parecidos a los porfiados estados de ánimo de las tozudas hinchadas futboleras (¡¡¡!!!).

Estas líneas no pretenden hacer “docencia” con nadie ni referirse a aspectos del fenómeno NBA que ni siquiera podríamos exponer como “payada” para ir haciendo muela o tratar de captar nuevos adeptos NBA de aquí a octubre. No pretenden tampoco entrar en polémicas absolutamente estériles dominadas por “la pasión camisetera” de la que tampoco podríamos estar libres unos cuantos de una “tribu NBA” a la que nos hemos venido sumando sin pretensiones de liderazgo o cosa parecida y sin querer andar atacando inútilmente a quienes siguen sin ver los moldes rotos y “el millón de años” transcurridos desde la muerte del Uruguay batllista, civilista y fascista que quedó a la vista luego del efímero espejismo de “prosperidad” de una economía sustancialmente movida por demandas externas impelidas por la guerra.

Tampoco haremos un “llamado a la reflexión” a los que, además de tirar las redes para pescar renacuajos NBA, erran el bizcochazo ridiculizando y pizarreando sin motivos, colocados en preceptores y gentiles nodrizas de la inexperiente “voluntad ciudadana” capaz de desaprovechar la oportunidad (la enésima) de tener “una voz” en la no siempre necesaria e inevitable colina de la trampa burguesa.

Lo que sí decimos y repetiremos hasta el cansancio, es que el molde, los moldes, se han roto y que debemos estar dispuestos a dialogar con nosotros mismos –desde bien adentro de cada cual— para comprobar que las premisas regulares y universales enseñadas por el devenir histórico y su imprescindible sistematización racional, siguen vitales y frescas, y pueden orientarnos constructivamente siempre y cuando sepamos ver una realidad que no escapa a las leyes del desarrollo histórico mostrándonos el agotamiento relativo de lo que habíamos dado por consabido y verificado casi que como una fórmula matemática, como si fuesen principios o axiomas y no lo que sencillamente fueron: rudimentos orientadores vigentes para condiciones históricas que no son las de hoy.

Si somos capaces de admitir esto, no será poco el beneficio de saber de antemano que estamos ante manifestaciones no modificables desde la campaña por un voto más o un voto menos; ni siquiera manifestaciones que se circunscriban al calendario “democrático” respetable como atajo táctico-estratégico según las circunstancias concretas.

Con un diputado más o uno menos, el fenómeno NBA reclama consideraciones valientes, audaces y comprometidamente autocríticas, que, bien miradas las cosas, venimos posponiendo desde la monumental derrota popular, que, a su modo, es hoy interpretada y superada a pura corazonada por una masa crítica diversa y sin organicidad, que asume e impulsa en los hechos lo que probablemente no habría surgido de la discusión y la consideración teórica de los círculos militantes demasiado sujetos a atavismos que se parecen más a la obediencia idealista de las catacumbas eclesiásticas que a la dinámica y creativa consecuencia efectivamente materialista.

Y ya que andamos de celebración del nacimiento de Artigas (y sin andar besándole el traste a masas críticas que nos arrastren a algún precipicio sin más salida que seguir cayendo y cayendo), hay que reconocer que de alguna manera un sector importante de la sociedad uruguaya está haciendo cesar, parcialmente, “la autoridad” político-partidaria alguna vez “emanada de nosotros mismos”, para ejercer nuestra nueva “autoridad soberana” en la búsqueda de caminos que sacudan la modorra de la fuerza de la costumbre y una “especialización militante” tal vez demasiado impregnada de ese mito pequeño-burgués de que “somos un animal político”, cuando muchas veces lo que sí es cierto es que, tratando de serlo, nos quedamos tan sólo en el estado puramente animal por actuar en función de premisas e intereses nada dispuestos a visualizar que, para bien o para mal, las cosas ya no son como las creimos y que a la hora de reafirmar en los hechos nuestra aspiración de transfor-maciones verdaderamente sociales y masivas, nos dormimos en la autocontemplación sectaria y elitista que va pasando de moda, por cierto y por suerte.

¿Hacia dónde, pues, nos lleva la ola NBA?. La dialéctica de un pasado que no es sólo “el reciente”, un presente que no es únicamente un montón de urnas y un desprolijo y dudoso escrutinio, y un futuro cargado de más y más moldes rotos que no termina en octubre del 2014 ni en mayo del 2015, nos lo dirá. Pero estaría bueno que pensáramos en un accionar de la dialéctica que transcienda las fronteras haraganas del superficialismo y del amiguismo ideologizador y disciplinado que, me parece, no tienen nada que ver con la construcción a veces fáctica y como locamente antojadiza de esa fuerza furiosa y demoledora, masiva y aplastante, organizada y hermanada, de un pueblo trabajador resuelto a dar todas las batallas activa y férreamente mancomunado, autoamalgamándose de modo tal que cada vez sean menos los costados que nos queden expuestos a las desviaciones parsimoniosamente enseñadas por la clase dominante no solamente a sus hijos “naturales”, sino también a nosotros, sus auténticos esclavos.



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